¿Hasta dónde debe llegar el arte para provocar algo en aquel que lo observa, que lo disfruta, que se lo encuentra? ¿Cómo puede un artista, en estos tiempos, llamar la atención sobre su obra y provocar algo en los demás? Para muchos, el arte consiste simplemente en resaltar la belleza de las cosas. A través de un poema, una canción, un cuadro o una escultura. Arte que perdura en todos aquellos que lo disfrutan porque son una muestra perfecta de cómo el ser humano es capaz de llegar más lejos en su creatividad. De convertir un poco de barro en una verdadera obra maestra que sea admirada por millones de personas durante siglos. Arte en mayúsculas, pero también en minúsculas, como esos pequeños poemas que un cantautor recita en medio de la calle, tal vez para nadie. Es su forma de aportar algo al mundo, de expresarse, de ofrecer lo que tiene para compartirlo con los demás.
El arte es industria, en muchas ocasiones, y eso lo ha alejado de su verdadero cometido provocador y atrevidos. Todavía quedan artistas capaces de romper todos los tabúes, en una época en la que las críticas y la radicalización se han vuelto más presente que nunca en los eventos culturales. Debes encajar dentro de lo políticamente correcto, contentar a todo el mundo, no provocar polémicas. De lo contrario, tu obra será cancelada, y nadie querrá ir a verla. ¿En dónde queda entonces la valentía de aquellos artistas disruptores que cambiaron el mundo haciendo cosas diferentes? ¿Todo lo que nos queda es disfrutar del arte que nos venden como un propio producto comercial, basado en algoritmos, para llegar a todo el público posible? Este tipo de debates no son nuevos, desde luego, pero parece que la sociedad ha llegado a tal punto de anestesia mental y cultural que hoy en día somos incapaces de entender una obra que se salga de los cánones. Y eso ocurre con artistas como Abel Azcona, cuya trayectoria se ha basado en la provocación, sí, pero también en demostrar que el arte siempre debe ser rompedor.
Quién es Abel Azcona
Si no eres seguidor de las performances más vanguardistas, tal vez el nombre de Abel Azcona no te diga demasiado. El artista navarro, sin embargo, llega cada vez a más público gracias a la repercusión que sus obras están consiguiendo en todo el mundo. Azcona es hijo de una prostituta politoxicómana que le abandonó al poco de nacer. Fue dado en adopción a una familia desestructurada, donde vivió abusos durante toda su infancia. Creció en diferentes casas de acogida, algunas de ellas bajo el opresivo yugo de la educación católica radical, algo que le marcaría fuertemente. Con trece años es expulsado del colegio, y al poco tiempo tiene que ingresar en una clínica psiquiátrica, por un intento de suicidio grave. Es al salir de dicha clínica, con diecisiete años, cuando comienza a realizar performances en las calles de Pamplona, trasladándose posteriormente a Madrid.
Sus performances
Azcona estudió en la escuela de Arte de Pamplona y entendió que la única manera de canalizar toda la rabia y la desazón que guardaba en su interior era precisamente convertirse en artista. Principalmente se ha dedicado a las performances y al arte conceptual, aunque también ha escrito poesía o creado esculturas o videoarte. Sus obras siempre son una referencia directa a sus experiencias vitales, desde el abuso hasta la prostitución, pasando por la crítica política o el abandono. Su forma tan radical de exponer le ha llevado en muchas ocasiones a ser detenido, algo que no hay hecho más que aumentar su leyenda como artista rebelde y enfant terrible. Azcona ha llegado a devorar un ejemplar del Corán en una de sus performances, hecho por el cual tuvo que llevar escolta durante años, por ser amenazado de muerte.
El artista ha conseguido llamar la atención de buena parte de la crítica de arte vanguardista. Algunos, eso sí, lo consideran sencillamente un provocador, obviando el contenido tan directo y extremo que llevan sus obras. Azcona defiende que el arte debe ser igual que la vida, doloroso, salvaje, cruel incluso. Ha llegado a quedarse totalmente desnudo en una cama, ofreciendo su cuerpo por solo un dólar, para que cualquiera pudiera hacer con él lo que quisiera durante tres minutos. Ha jugado con los límites de su propia integridad física para ser fiel al concepto de arte que quiere transmitir, y esto le ha traído muchas críticas. Él, sin embargo, sigue fiel a sí mismo y a todo lo que quiere mostrar a través de estas performances, cada vez más intensas y extremas.
El sexo y la prostitución, temas recurrentes
Como hijo de una prostituta que fue obligada a dar a luz, Azcona se siente producto de un sistema castrante desde su propio nacimiento. El artista incluso ha defendido el derecho a no nacer, como algo imperativo si pudiera darse el caso de tener esa elección. A pesar de no conocer a su madre, el joven siempre ha estado en contacto con el mundo de la prostitución, llegando a emplearse como chapero en varias etapas de su vida. A través de esas experiencias, Azcona también ha sido capaz de abrir un debate sobre la propia prostitución, sobre la mercantilización del cuerpo humano. El hecho de que solo por pagar podamos hacer lo que queramos con el cuerpo de una persona suele ser un tema recurrente en sus trabajos.
El sexo es también uno de los temas que más se repiten en su obra, porque sigue siendo, a día de hoy, un tema tabú para muchos. Azcona se ha mostrado a sí mismo como objeto sexual en varias de sus performances, aludiendo directamente a la pornografía o la prostitución. Ha atacado directamente los dogmas conservadores y religiosos, como medios de control sobre el cuerpo de las personas a través de la moral. En obras como Empatía y Prostitución o La Calle, su discurso teorizaba acerca de la manera tan hipócrita que tenemos de entender el sexo. Despojado de todo lo pasional, es casi un trofeo, algo que ocultamos, pero que deseamos más que nada a la vez.
Un artista muy polémico
El evidente carácter polémico y provocador de Azcona le ha traído en muchas ocasiones problemas con la justicia. Ha sido detenido en infinidad de ocasiones por escándalo público o incluso por realizar actos ilegales. Muchas de sus obras han sido censuradas, algo que él considera un triunfo porque no hacen más que darle la razón. Dispara contra todos y no deja títere con cabeza. Su obra Pederastia, en la que creaba esa palabra con hostias, le llevó a sentarse ante el juez por herir los sentimientos religiosos. Su defensa de su propio arte le ha llevado también a quedarse seminsconsciente en una de sus performances, permitiendo que cualquier visitante pudiera hacer con él lo que quisiera. Ha estado amenazado de muerte en muchas ocasiones y siente que si algún día muere por su arte, habrá valido la pena. Llegar hasta ese último recurso como obra total, que es la vida, al fin y al cabo.